El tomate y el pan ya no saben como antes. No es un frase hecha, es una realidad. Para evitar que los tomates se pongan blandos se empezaron a cruzar variedades tradicionales con otras que garantizan la durabilidad y resistencia de la hortaliza más consumida en España. En ese proceso se perdió el sabor. Una buena harina y la levadura le dan el aroma al pan. Pero las prisas lo matan. Antes se dejaba fermentar un día, ahora apenas llega a una hora. Rescatar el sabor y el olor del pan y el tomate se ha convertido en una misión posible.